NARIÑO EN LA EXPOSICION DEL MUSEO DEL ORO

Nariño en la exposición del Museo del Oro

En las altiplanicies andinas y los valles del departamento de Nariño y el norte del Ecuador habitaron desde el año 400 hasta el 1600 d.C. sociedades de agricultores, pastores y mercaderes. Al llegar los conquistadores europeos, en 1550, en este territorio vivían los indígenas Pastos, Quillacingas, Abades y Sindaguas, entre otros. Los descendientes de estas comunidades permanecen aún y mantienen algunas de sus costumbres y tradiciones.
Ajuares funerarios diversos y elaborados, hallados en tumbas del norte y centro de Nariño, permiten suponer que en este territorio existieron sociedades con jerarquías desde por lo menos el siglo IV d.C. Para elaborar estos adornos se cortaron láminas de cobre y se cubrieron con hojillas de oro que se calentaron al fuego hasta fundirse. El dorado por fusión fue una técnica metalúrgica utilizada en Ecuador y Perú desde el primer siglo de nuestra era, y es uno de múltiples indicios que vinculan a la arqueología de Nariño con la de los Andes Centrales.

Los antecesores de los Pastos 600 a 1600 d.C

En los altiplanos del sur de Colombia y el norte del Ecuador una sociedad de cacicazgos intercambió productos y bienes exóticos con el litoral Pacífico y las selvas del Putumayo. Poco se conoce acerca de su organización social, pero el hallazgo de dos tipos de ajuares funerarios con suntuosos emblemas de poder sugiere que coexistían dos grupos de señores principales.
Objetos de orfebrería y cerámica con diseños figurativos y esquemáticos, donde las representaciones humanas son estáticas y las de animales como monos y aves tienen movimiento, fueron usados por uno de los grupos de señores.
Grandes adornos con diseños geométricos, bastones labrados en palma de chonta y otros objetos suntuarios como espejos de pirita y collares de caracoles marinos del género Spondylus, traídos de las costas ecuatoriales, formaron parte del atuendo del otro grupo de señores principales.
Las hojas de coca tostadas y mezcladas con cal de conchas molidas eran usadas con fines rituales. Las figuras de personajes sentados que mastican coca, y los pequeños poporos de piedras exóticas, sugieren la importancia de esta planta sagrada.
Discos decorados con motivos geométricos de colores y texturas contrastantes producían efectos visuales e hipnóticos cuando en las ceremonias se les hacía girar suspendidos de un cordel.

Los Pastos y los Quillancingas en el año 1550

En la época de la Conquista, la región andina del sur de Nariño y el norte del Ecuador estaba habitada por los pastos, quienes vivían en aldeas densamente pobladas ubicadas en las cimas de los cerros. Los quillacingas, por otra parte, ocupaban el centro y el norte de Nariño en viviendas dispersas en las laderas o en lugares planos. Ambos grupos intercambiaron productos y materias primas de diversos pisos térmicos.
En la cerámica de los quillacingas predominan los diseños geométricos y en sus vasijas se resalta la figura humana. Sobre el cráneo de los muertos depositaron pectorales ovalados, a manera de ofrenda.
La cerámica utilitaria de los pastos ilustra su vida cotidiana: son frecuentes las escenas de pesca, caza y pastoreo. La gente del común usó narigueras sencillas de metal.

El pensamiento andino

Los pastos, al igual que sus antecesores y muchas otras sociedades andinas de Ecuador, Perú y Bolivia, tuvieron una estructura social y de pensamiento de carácter dual. Para comunicarla de forma simbólica emplearon los opuestos complementarios de la naturaleza y el cosmos: lo masculino y lo femenino, el sol y la luna, arriba y abajo, noche y día, frío y calor.
Los materiales y las características físicas de los objetos, como el color, la forma y la textura, expresaron oposiciones duales: oro-plata, oro-cobre; rojo-habano; lleno-vacío; mate-brillante.
En las flautas de Pan y los cascabeles, las formas y aleaciones fueron cuidadosamente controladas para afinar la sonoridad. Instrumentos musicales en forma de caracol ululaban en el aire al hacerlos girar en el extremo de una cuerda.

Tumba de pozo con cámara lateral

Esta forma de tumba fue común en la Colombia prehispánica, en entierros individuales poco profundos. Sin embargo, los grandes señores de Nariño fueron enterrados en tumbas que alcanzan profundidades de 40 metros. En algunas de ellas se han encontrado hasta catorce cadáveres.



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